Leccion 1, Tema 1
En Progreso

E. CONDICIONES PARA OBTENER EL BAUTISMO CON EL ESPÍRITU SANTO.

¿Qué es necesario tener antes de que uno pueda recibir esta experiencia maravillosa? ¿Hay pasos preliminares? Las escrituras indican las siguientes condiciones:

1. Arrepentimiento del pecado.

Cuando la multitud vino a Pedro en ese memorable día de Pentecostés, dijeron, “Varones hermanos, ¿qué haremos?” Él contestó, “Arrepiéntanse … bautícense cada uno de ustedes … y recibirán el don del Espíritu Santo” (Hch. 2:37, 38). El arrepentimiento entonces, es el primer paso. El Espíritu Santo no puede operar donde el pecado tiene dominio (Vea también Hch. 17:30).

2.La experiencia definitiva de salvación.

El arrepentimiento debe ser seguido por fe en Jesucristo para salvación. El arrepentimiento en sí, es negativo. Una fe positiva es necesaria antes de que tome lugar el nuevo nacimiento. Lucas 11:13 enfatiza el hecho de que es “el Padre celestial” que da “El Espíritu Santo a los que se lo pidan.” Uno debe ser de la familia de Dios antes de que pueda esperar este don del Padre. El Espíritu Santo es el don del Padre, y sólo aquellos que han sido salvos pueden llamarlo “Padre.” “Y por cuanto ustedes son hijos, Dios envió a sus corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: «¡Abba, Padre!»” (Gál. 4:6).

3. Bautismo en agua.

De nuevo damos atención a las palabras de Pedro en el día de Pentecostés: “Arrepiéntanse … y bautícense cada uno de ustedes …” (Hch. 2:37, 38). El orden parece ser: arrepentimiento, regeneración, bautismo en agua, y luego el bautismo con el Espíritu Santo. Cada paso de obediencia abre camino al siguiente. No está declarado dogmáticamente que uno que no ha sido bautizado en agua nunca podrá recibir la plenitud del Espíritu. Pero es necesario dado a que el bautismo en agua es un paso de obediencia. Ninguno que conoce y voluntariamente desobedece los mandatos de Dios puede tener fe para recibir la plenitud del Espíritu. La fe siempre sigue a la obediencia.

Es interesante, sin embargo, notar que en dos oportunidades en el libro de los Hechos, el derramamiento del Espíritu Santo precedió al bautismo en agua. Saulo de Tarso, el apóstol Pablo, fue sanado de su ceguera y lleno con el Espíritu Santo al poner Ananías sus manos sobre él en la casa de Judas, de la calle llamada Derecha: “Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo.” Después de esto leemos: “y al momento cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; y levantándose, fue bautizado” (Hch. 9:17, 18).

Sabemos que aquellos que estaban reunidos en la casa de Cornelio en Cesarea, creyeron la palabra que Pedro predicaba y fueron llenos del Espíritu en ese momento. Pedro, viendo esto, dijo: “¿Puede acaso alguno impedir agua, para que no sean bautizados éstos que han recibido el Espíritu santo también como nosotros?” (Hch. 10:44–48). Notamos que en ambos casos el Espíritu Santo vino sobre nuevos creyentes antes que tuvieran oportunidad de ser bautizados en agua. Para aquellos que son creyentes, y están buscando la plenitud del Espíritu, el bautismo en agua sería un paso necesario. Muchos han recibido la plenitud del Espíritu al salir de las aguas bautismales.

4. Una convicción profunda de necesidad.

Debe haber hambre y sed verdaderas para obtener más de Dios, antes de que uno reciba el bautismo con el Espíritu. Dios da tales dones de gracia en la medida en que sean sinceramente deseados y profundamente apreciados. “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mt. 5:6). “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba … Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él …” (Jn. 7:37–39). “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios …” (Sal. 42:1, 2).

5. Una medida de consagración.

En tanto que una persona accede al bautismo de poder para servicio, debe haber una rendición de la voluntad propia a la voluntad de Dios. De aquí, que uno está dispuesto a ser guiado en el camino de su elección. No confunda este ceder de voluntad por un abandono completo de la voluntad, en el sentido que uno se vuelva sin voluntad. Eso es peligroso porque uno queda expuesto al poder de espíritus malignos. Uno debe estar en todo tiempo en completa posesión de su voluntad y facultades. Lo que significa es que el centro de la voluntad de uno pasa a Cristo. Cristo hace el mejor uso de la voluntad de la persona que está dispuesta a rendir su voluntad al Espíritu de Dios para su dirección y control.

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