Leccion 1, Tema 1
En Progreso

F. LOS DONES DEL ESPÍRITU ENUMERADOS EN ROMANOS 12.

1. Profecía y ministerio.

En el estudio de los dones enumerados en I Corintios 12, por lo menos once (11) fueron identificados, junto con tres de los dones ministeriales (a ser estudiados en la próxima sección). En Romanos 12, sólo un don es común con la lista de I de Corintios: el don de profecía. De los dones vocales que operaban en Corinto, aparentemente sólo el de profecía era ejercido en Roma. Sin embargo, como la profecía es el don vocal de preferencia, lograba el propósito de toda edificación, exhortación y consolación. Aquí Pablo agrega el hecho de que la “fe” es el principio que opera detrás de la profecía, y que la profecía debe ser ejercida en proporción a la medida de la fe de uno. Esta “fe” no es la fe salvadora que todos poseen como don, ni tampoco “la fe” en el sentido de doctrina cristiana, sino la “fe” asociada con obras de poder (Mt. 9:29).

Pablo menciona los dones de “ministerio” (diakonía) a la iglesia en Roma, probablemente incluyendo no solo un don pero un número de dones. En I Corintios 12:5, Pablo había escrito: “Y hay diversidad de ministerios [diakonia], pero el Señor es el mismo”; esto sugiere que todos los dones son ministerios o vehículos de servicio al cuerpo. Después de mencionar “profecía” y “ministerio”, el enfoque ya no es el don en sí mismo, sino la persona que ejerce el don.

2. El maestro y su enseñanza.

Dios no imparte dones en la iglesia simplemente para satisfacer el instinto de adquisición de una persona, sino más bien para que las cosas de Dios puedan ser ministradas mutuamente y que la iglesia sea edificada espiritualmente. Cuando Dios provee enseñanzas acerca de su verdad, en realidad esta impartiendo dos dones. Él da a la iglesia un maestro, y junto con el maestro, da la capacidad divina para enseñar, o sea el don de la enseñanza. Pero un maestro tiene poco valor si no ejerce su don. En Romanos 12:7, Pablo está diciendo, “Si uno es un maestro ungido de Dios, que use su don para enseñar”; la prueba de que uno es un creyente se ve en el hecho de que está practicando la enseñanza. El título no hace al ministro, sino el hecho de que ministra. Lo que hace auténtico a un maestro escogido por Dios es que los alumnos crecen en gracia y conocimiento bajo el don de enseñanza (I Cor. 2:10–16; II Ti. 2:2; I Ti. 5:17; I Jn. 2:20, 27).

3. El exhortador y su exhortación.

Pablo dice en I Cor. 12 que la exhortación (paráklesis) es uno de los ejercicios del profeta. Al parecer había un grupo de personas llamadas “exortadores” en Roma, ya que “el que exhorta” es mencionado aquí (Rom. 12:8), además del que profetiza (Vs 6). Bernabé fue llamado “el hijo de exhortación (paráklesis)” (Hch. 4:36 versión de Rotherham, en inglés). Ya que Pablo frecuentemente usa el verbo “exhortar” en el sentido de “implorar”, “ungir” o “rogar” (vea Rom. 12:1), probablemente el trabajo del “exhortador” era aquel de mover y motivar a la iglesia a una tolerancia paciente, amor fraternal y a las buenas obras.

El autor de Hebreos fue un exhortador cuando imploró: “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (Heb. 10:23–25).

Algunos grupos religiosos reconocen el ministerio del exhortador y otorgan la credencial ministerial correspondiente. (Vea Hch. 9:31; 11:23; 14:22; 15:31, 32; 16:40; 20:2; I Tes. 5:14–22.)

4. El dador y su liberalidad.

En la iglesia hay aquellos que tienen el don de “dar.” El dador no es aquel que administra las ofrendas de la iglesia, sino aquel que comparte sus propias posesiones con gran liberalidad. “El que da” se traduce del griego, ho metadidoús. El término se halla en Efesios 4:28: “… sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir [metadídonai] con el que padece necesidad.” La misma palabra se usa en Lucas 3:11 por Juan el Bautista: “… El que tiene dos túnicas, dé [metadotol] al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo.” Esto no es una donación institucional, sino un compartir personal.

El dador puede canalizar sus dádivas a través de la iglesia, pero él es más que un oficial que distribuye las dádivas de otros; es un dador de sus propias cosas quien, motivado por el Espíritu Santo, da con extraordinaria generosidad. Un ejemplo de tales dádivas es hallado en II Corintios 8. Pablo, escribiendo a los corintios sobre la colecta para los pobres, dijo: “Asimismo, hermanos, les hacemos saber la gracia [caris] de Dios que se ha dado a las iglesias de Macedonia; que en grande prueba y tribulación, la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad … Y no como lo esperábamos, sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios” (II Cor. 8:1, 2, 5). Luego usando como ejemplo a las iglesias macedónicas (Filipos, Tesalónica, Berea), Pablo urgió a los corintios (la iglesia dotada) a manifestar el mismo don de dar a los pobres. Dijo también: “Por tanto, así como ya abundan en todo, en fe, en palabra, en ciencia … abunden también en esta gracia [don]” (II Cor. 8:7).

Pablo usa aquí la palabra “gracia” (caris) en el mismo sentido que la palabra “don” (cárisma). Él llama a los dones (carísmata) “gracias”, los cuales poseía la iglesia de Corintio. W.E. Vine define el significado de “gracia” como “el poder y equipamiento para el ministerio.” Esta definición de “gracia” como un don espiritual la revela Pablo en I Corintios 1:4, 5, 7: “Gracias doy a mi Dios … por la gracia de Dios que les fue dada en Cristo Jesús; porque en todas las cosas fueron enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia … de tal manera que no les falte en ningún don, esperando la manifestación de nuestro Señor Jesucristo …”

Todos los creyentes, por amor, compasión y por un sentido de responsabilidad al reino de Cristo, darán a la iglesia y a los necesitados. Más allá de este dar normal, hay aquellos quienes dotados por el Espíritu Santo dan con extraordinaria libertad, aún en aflicción y pobreza.

5. El líder y su diligencia.

Pablo insinúa en I Timoteo 5:17 que había otros ancianos de la iglesia además de aquellos que ministraban la palabra de Dios. La iglesia tiene necesidad de diferentes clases de liderazgo. En Romanos 12:8 el apóstol dice: “… el que preside [como don], con solicitud …” La misma palabra griega, traducida “el que preside” es hallada en I Tesalonicenses 5:12, 13a: “Les rogamos, hermanos, que reconozcan a los que entre ustedes trabajan, les presiden en el Señor y les dan instrucción. Ténganlos en alta estima con amor a causa de su obra.” Muchos de los hombres escogidos por Dios ocupan posiciones ejecutivas de liderazgo, administración, manejo de fondos, guía personal, planeación de estrategias y cuidado de obras misioneras. A menudo se piensa que éstas están fuera del dominio del movimiento del Espíritu Santo. Pero, de hecho, estos líderes necesitan de dones espirituales como cualquiera que predica o enseña. Algunas de las personas más espiritualmente poderosas en la historia de la iglesia han sido también los líderes de la iglesia. Dios tiene un don espiritual de liderazgo que Él ha impartido a la iglesia; los creyentes deberían orar constantemente que sus líderes, incluyendo sus pastores, puedan disfrutar de una poderosa unción del Espíritu sobre sus oficios (Heb. 13:7, 17, 24; Ef. 6:18–20; II Cor. 1:11; Col. 2:2–4; I Ti. 2:1–3).

Algunos han creído que el don de liderazgo enunciado en Romanos 12 es el mismo que aquel llamado “ministerios” (gobierno) en I Corintios 12:28. Esto es posible. Sin embargo, las palabras griegas empleadas son completamente distintas y con diferentes significados básicos. El don de Romanos 12:8 tiene el significado de “estar sobre” otros como su líder, mientras que aquel en I Corintios 12:28 tiene más el significado de guía (piloto) a través de todo tipo de mares (un timón). Ambas clases de liderazgo son necesarias en la iglesia. Una persona podría tener ambas capacidades. Es estimulante saber que los líderes de la iglesia de Cristo no tienen que ejercer sus ministerios solo con sabiduría y habilidad humana. Está declarado que la virtud característica del liderazgo espiritual es la “solicitud” (diligencia). Quizá el apóstol estaba describiendo la solicitud en II Corintios 11:28 cuando habló de su “preocupación por todas las iglesias.” (Ver también I Cor. 12:15.)

6. El misericordioso.

Es posible que el don descrito en Romanos 12:8 como “el que hace misericordia” pueda ser el mismo don de I Corintios 12:28 conocido como “ayudas.” La palabra griega “tener misericordia” es eleeo, definida como “tener piedad o misericordia de”, “tener compasión.” Se dice que la misericordia es un atributo de Dios: “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó …” (Ef. 2:4).

Casi siempre, los enfermos que clamaban a Jesús exclamaban, “¡Ten misericordia (piedad) de mí!” Parecería que como un don en ejercicio en la iglesia, “el hacer misericordia” sería un ministerio de cuidado por los enfermos y afligidos mediante la visitación y la oración. Con mucha probabilidad, los “dones de sanidades” eran ejercidos por aquellos con el ministerio de misericordia.

Todos los creyentes tienen alguna responsabilidad de hacer tales misericordias a los pobres y afligidos, pero hay aquellos que, por estar dotados por el Señor, llevan a cabo obras de compasión como un ministerio ungido. Hay aquellos que por la unción del Espíritu son “dadores alegres” (II Cor. 9:7), que comparten prontamente con los necesitados; hay otros con un don diferente que comparten su amor, compasión, tiempo y presencia a fin de sanar y restaurar a los pobres y afligidos. Es característico del Dios de toda misericordia y compasión colocar a tales personas dotadas en el cuerpo de Cristo. Los tales no son dones vocales, sino obras de amor que hablan tan fuerte como las palabras. El Dios de variedad ciertamente administra una bendita variedad de dones y ministerios ungidos del Espíritu, cada uno para combinar con cada necesidad en la iglesia.

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