Leccion 1, Tema 1
En Progreso

Gálatas 1

Gálatas 1

Los primeros dos capítulos son personales y la palabra clave es «evangelio», que se halla diez veces en estos cuarenta y cinco versículos. La meta de Pablo era mostrar que su mensaje y ministerio vinieron directamente de Cristo y no de los hombres. Pablo no predicaba un mensaje de segunda mano, aprendido de Pedro o de cualquier otro de los apóstoles. Antes bien, Dios tuvo el cuidado de mantener el ministerio de Pablo separado del de los doce, para que ninguno pensara que Pablo recibió ese ministerio de los apóstoles.

I. El anuncio de Pablo de su evangelio (1.1–5)

Los judaizantes que «fascinaron» a los gálatas (3.1) les decían que el apostolado y mensaje de Pablo no eran fidedignos porque le faltaba el endoso oficial de Jerusalén. «¡Nosotros recibimos nuestras credenciales de Pedro!», decían, como si la aprobación de los hombres contara para saber si un predicador es enviado por Dios. Pablo empieza su carta afirmando que su mensaje y ministerio vino directamente de Jesucristo. (Nótese que Pablo usa el «ni lo» en los vv. 1, 12 y 17.) De inmediato expone el evangelio que predicaba.

El evangelio de Pablo se centraba en Cristo (su muerte, sepultura y resurrección) y no en Moisés o la ley. Era un evangelio de gracia que traía paz. Era un evangelio de libertad; «para librarnos» (v. 4). Los judaizantes llevaban a las iglesias a la esclavitud de la ley (véanse 2.4; 3.13; 4.9). La muerte de Cristo nos ha librado de este presente siglo malo y nos ha dado una nueva posición en libertad (5.1ss). No es de sorprenderse que Pablo añadiera: «A quien sea la gloria por los siglos de los siglos» (v. 5).

Ojalá que nunca confundamos el contenido e intención del evangelio. El evangelio no es «seguir a Cristo e imitar su vida» sino «recibir a Cristo por fe y permitirle que Él nos haga libres». En el evangelio no da cabida a una salvación que se obtenga al guardar la ley.

II. El asombro de Pablo por su alejamiento (1.6–10)

Dos cosas maravillaban a Pablo: (1) de que después de experimentar la bendición de la salvación (3.1–5) se hayan alejado tan pronto hacia otro mensaje; (2) que se alejaran de él (Pablo) que había sufrido para llevarles a Cristo. La palabra griega para «alejarse» (v. 6) es un gerundio: literalmente «alejándose». Estaban en el proceso de alejarse de la gracia sencilla hacia una mezcla de la ley y la gracia. En 5.4 Pablo dice: «De la gracia habéis caído [salido]». Esto no implicaba que hubieran perdido su salvación, sino más bien que habían salido de la esfera de la gracia y entrado a la esfera de la ley. Gracia quiere decir: dependo de Dios para suplir mis necesidades; mediante la ley trato de manejar yo mismo las cosas, con mis propias fuerzas.

El apóstol habla con energía al condenar cualquier otro evangelio, sin importar quién fuera el predicador, ¡incluso un ángel! Tenga presente que hay muchos «evangelios» (mensajes de buenas nuevas), pero un solo evangelio de la gracia de Dios conforme Pablo lo predicaba. Abraham creyó «al evangelio» (3.8), las «buenas nuevas» de que por medio de su simiente serían benditas todas las naciones. En todas las épocas los hombres se han salvado al creer en cualquier promesa que Dios les reveló. Noé creyó a la Palabra de Dios respecto al diluvio y al arca; Abraham creyó la Palabra de Dios respecto a su simiente prometida; hoy nosotros creemos la Palabra de Dios respecto a la muerte y resurrección de su Hijo. Desde la llegada de Pablo y la revelación de la justificación por fe, no hay otro evangelio. El «evangelio del reino» que se enfatiza desde Mateo 3 hasta Hechos 7 no es nuestro mensaje hoy.

III. El argumento de Pablo para su ministerio (1.11–24)

En estos versículos Pablo procura mostrar su independencia de los doce y de la iglesia de Jerusalén.

  • Recibió su evangelio personalmente de Cristo (vv. 11–14).

Pablo vio al Cristo resucitado (Hch 9) y recibió su comisión y mensaje directamente de Él. Esta experiencia lo capacitó para ser un apóstol. Nunca hubo la intención de que Pablo debía ser el doceavo apóstol para reemplazar a Judas (Hch 1.16–26). Por un lado, Pablo no podía llenar los requisitos; también Dios a propósito mantuvo a Pablo separado de los doce para que ninguno pudiera acusarlo de haber tomado prestado su mensaje. Nadie podría acusar a Pablo de inventar su mensaje, porque había sido un perseguidor de la Iglesia, no su amigo. Su vida se transformó radicalmente después de su encuentro con Cristo en el camino a Damasco. La única manera de explicar tan asombroso cambio es aceptar el hecho de que Pablo se encontró con Cristo.

  • Recibió su evangelio aparte de los apóstoles (vv. 15–17).

Se debe decir de nuevo que Dios nunca intentó que Pablo perteneciera a los doce. El ministerio de ellos fue principalmente a los judíos y se relacionaba con el reino; el ministerio de Pablo fue a los gentiles y se relacionaba al misterio de la Iglesia, el cuerpo. Los doce recibieron su llamamiento de Cristo en la tierra porque su mensaje presentaba la esperanza del reino terrenal de Israel. Pablo recibió su llamado del cielo, porque su mensaje presentaba el «llamamiento celestial» de la Iglesia en Cristo. Hubo doce apóstoles, asociados con las doce tribus. Pablo era un solo hombre (judío con ciudadanía gentil) representando un cuerpo en Cristo.

Pablo no conferenció con hombres después de recibir su llamamiento. Si se hubiera encontrado de inmediato con los doce, la gente hubiera dicho que tomó prestado su mensaje y recibió de ellos su autoridad. En lugar de eso, Dios envió a Pablo a Arabia para un tiempo de meditación e investigación. Alguien ha dicho: «Pablo fue a Arabia con la ley y los profetas, y ¡regresó con Romanos y Gálatas!» Como Moisés y Elías antes de él, Pablo se fue al desierto para bregar con el programa y plan de Dios para su vida. Luego regresó a Damasco, donde testificó de Cristo al principio.

  • Las iglesias reconocieron su evangelio (vv. 18–24).

Los creyentes allí en realidad temían a Pablo; y si no hubiera sido por Bernabé, nunca hubieran aceptado a Pablo. Este hecho en sí mismo prueba que Pablo nunca se apoyó en la iglesia de Jerusalén en busca de su aprobación. Después de esta visita se fue a Siria (Antioquía). Su ministerio allí se registra en Hechos 11.22–30; pero él mismo era personalmente desconocido para los creyentes de Judea. No obstante, las iglesias de allí habían oído las maravillosas noticias de la conversión de Pablo y glorificaban a Dios.

Qué trágico es que los hombres de hoy rechacen la revelación de Pablo del evangelio y traten de mezclar la ley y la gracia. Tratan de «encajar» a Pablo en los primeros capítulos de Hechos donde todavía se recalca el programa del reino. ¡Desvisten a Pablo para vestir a Pedro! Necesitamos regresar al sencillo mensaje de la gracia, el evangelio de Jesucristo solamente. Mezclar a la Iglesia con el reino, la ley y la gracia, Pedro y Pablo, es crear confusión y «pervertir» (1.7) el evangelio de Jesucristo.

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