Leccion 1, Tema 1
En Progreso

H. LA EVIDENCIA Y LOS RESULTADOS DEL BAUTISMO CON EL ESPÍRITU SANTO.

Una experiencia tan grande y tan importante como el bautismo con el Espíritu Santo indudablemente será acompañada por evidencias inequívocas, para no tener ninguna duda de que en verdad se ha recibido la promesa del Padre. Algunas de las evidencias son manifestadas inmediatamente, mientras que otras continúan sobre la base permanente del caminar en la plenitud del Espíritu.

Evidencias inmediatas:

1.   Hablar en otras lenguas como el Espíritu da para hablar.

(Hch. 2:4; 10:44–46; 19:6). La evidencia inicial de la recepción del don del Espíritu Santo es de suprema importancia para todos los que tienen hambre por ser llenos con el Espíritu. Es lógico que la experiencia sobrenatural del bautismo con el Espíritu Santo fuera acompañada de alguna señal definitiva e inequívoca por la cual el que busca fuese asegurado de que lo ha recibido. Hay muchas manifestaciones del Espíritu, pero sólo un bautismo con el Espíritu. Si no hubiera una evidencia particular y sobrenatural del bautismo con el Espíritu, por la cual éste pudiera ser distinguido de toda otra operación del Espíritu, ¿cómo se podría estar seguro de la experiencia? Creemos que la evidencia inicial del bautismo con el Espíritu Santo es hablar en otras lenguas como el Espíritu da para hablar. La evidencia de la plenitud del Espíritu en el día de Pentecostés fue hablar en otras lenguas por la incitación del Espíritu Santo. “Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu le daba que hablasen” (Hch. 2:4).

La manifestación del Espíritu en el día de Pentecostés fue el derramamiento original de poder sobre la iglesia. Fue el modelo de la experiencia. Es razonable que lo que ocurrió a los discípulos al ser llenos, igualmente ocurra a todos los que hoy desean ser llenos. En tanto que el propósito de la unción era darles el poder para testificar, no es sorprendente que la señal de la experiencia fuese manifiesta en el hablar en otras lenguas.

Además del derramamiento inicial del Espíritu en Hechos 2:4, tenemos la narración del recibimiento del Espíritu por los creyentes en la casa de Cornelio en Hechos 10:44–46a:

Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios.

Es interesante notar como los judíos que vinieron con Pedro sabían que estos gentiles habían recibido la misma experiencia del Espíritu Santo que habían recibido los discípulos en el día de Pentecostés. La escritura dice que lo sabían porque “los oían que hablaban en lenguas.” Este versículo dice literalmente, “los escuchaban que continuaban hablando en lenguas.” Su hablar en lenguas no era una breve confusión de sílabas, sino un hablar fluido y coherente en un idioma que traía asombro a los oidores. Ahora bien, si aquellos presentes estaban convencidos de que los gentiles tenían una experiencia del Espíritu Santo equivalente a aquella disfrutada por los judíos con base a su hablar en lenguas, entonces las lenguas deben ser la señal inequívoca o evidencia inicial de la experiencia pentecostal. Hoy en día se puede saber si el bautismo es la experiencia pentecostal genuina y equivalente a la de los discípulos, cuando se experimenta el hablar en otras lenguas por el poder del Espíritu. Uno no busca las lenguas, pero sí busca tal señal que confirmará que uno ha sido lleno al estilo bíblico.

La tercera narración de creyentes que recibieron la plenitud del Espíritu, donde se menciona específicamente que hablaron en lenguas, está en Hechos 9:16: “Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas y profetizaban.” Esto fue en la ciudad de Éfeso. La teoría, que algunos han planteado, es que la unción del Espíritu con la evidencia de hablar en otras lenguas, sólo era dada cuando un nuevo grupo racial aceptaba el evangelio, tal como los judíos en Pentecostés, los samaritanos en el avivamiento de Felipe, y los gentiles en la casa de Cornelio. Pero aquí, esta teoría sucumbe en Hechos 19:6, donde no puede distinguirse ningún grupo étnico nuevo. Lo mismo podría decirse de los corintios, que ciertamente también hablaron en lenguas.

Algunos se oponen a las lenguas como la señal inicial, basándose en que las lenguas no siempre son mencionadas en la Biblia en relación con el bautismo del Espíritu Santo. Es verdad que tres de las narraciones no dicen nada acerca de lenguas, pero la omisión es debido a la brevedad de esas narraciones. En el derramamiento sobre los samaritanos (Hch. 8:14–19) no se hace mención de ninguna señal acompañante, pero el hecho de que Simón estaba dispuesto a pagar dinero por el poder de impartir dones del Espíritu, muestra que alguna señal audible o visible hizo del don algo espectacular. Es lógico asumir que él los oyó hablando en lenguas.

En Hechos 4:31 no hay mención de lenguas. Pero bien podría haber sido una nueva llenura de aquellos que fueron bautizados inicialmente en el día de Pentecostés. “Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios.”

En Hechos 9:17 no leemos que Pablo habló en lenguas cuando recibió el Espíritu; pero que lo hizo es ciertamente seguro por su testimonio, “Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos vosotros” (I Cor. 14:18).

En esta conexión notamos dos pensamientos. Primero, la primera y última narración bíblica del recibimiento del Espíritu Santo (Hch. 2:4; 19:6) mencionan que los que lo recibieron hablaron en lenguas. Segundo, en toda narración del derramamiento del Espíritu Santo, donde cualquier señal es mencionada, significa lenguas. Donde no se habla de ninguna señal, existe una fuerte evidencia de que hablaron en lenguas.

La Asociación Pentecostal de Norte América es una asociación compuesta de veintidós de las más grandes denominaciones pentecostales de Los Estados Unidos y Canadá. La declaración de fe, con la que todos los grupos miembros deben estar de acuerdo, establece lo siguiente: “Creemos que el evangelio completo incluye santidad de corazón y vida, sanidad para el cuerpo y el bautismo con el Espíritu Santo con la evidencia inicial de hablar en otras lenguas como el Espíritu da para hablar.”

Hay algunos que enseñan que la evidencia inicial de lenguas no es siempre necesaria para asegurar que uno ha recibido la plenitud del Espíritu, sino que cualquiera de los otros dones del Espíritu podría ser evidencia de la experiencia pentecostal. Estos a veces mencionan Hechos 19:6 donde leemos: “hablaron en lenguas y profetizaban.”

Nunca se declara que lo único que uno hará, cuando está lleno del Espíritu, es hablar en lenguas. Otros dones bien pueden ser manifestados. Todo lo que se declara aquí es que los creyentes nuevamente bautizados en Éfeso, hablaron en lenguas al igual que profetizaron. ¿Por qué se declara que el hablar en lenguas es la señal de la llenura más que cualquier otro don del Espíritu? Porque todos los dones del Espíritu fueron más o menos manifiestos en la época del Antiguo Testamento, con la única excepción de hablar en otras lenguas y su don acompañante de la interpretación de lenguas. La palabra de sabiduría: Josué (Dt. 34:9) y Salomón (I R. 3:9–12); la palabra de ciencia: Bezaleel (Ex. 31:3); fe: Abraham (Gn. 15:6); dones de sanidad: Elías (I R. 17:17–23) y Eliseo (II R. 4:18–37); obrar milagros: Elías (II R. 1:10), Eliseo (II R. 6:4–7) y Moisés (Ex. 7:10, 20); profecía: Isaías, David (II Sam. 23:2), y Balaam. (Nm. 24:2); discernimiento de espíritus: Ahías (I R. 14:16) y Moisés (Ex. 32:17–19). Dios estaba haciendo algo nuevo en Pentecostés, algo que nunca antes fue experimentado y la señal que lo acompañaba era algo nunca atestiguado previamente. Era una señal sumamente significativa.

2.   Puntos importantes para notar:

  • El hablar en lenguas no es el bautismo con el Espíritu Santo, es la evidencia inicial, pero no la única.
  • No busque hablar en lenguas como si fuera el equivalente del bautismo con el Espíritu Santo, busque más de Dios y ríndase a Él. Él se encargará de lo demás.
  • Puede ser cierto que algunos aparentemente hayan hablado en lenguas y no hayan recibido el bautismo con el Espíritu Santo. La palabra “aparentemente” es utilizada porque se cree que muchos de éstos no son idiomas verdaderos. El Diablo tiene una falsificación de este don como lo tiene para todos los otros. Pero el que busca sinceramente más de Dios no debe tener temor alguno de que va a recibir otra cosa que lo mejor de Dios (Lc. 11:11–13).

3.   Evidencias adicionales

Otras evidencias inmediatas de una nueva experiencia de la unción del Espíritu en la vida incluirá: alabanza a Dios (Hch. 2:11; 2:47; 10:46); gozo sobreabundante (Hch. 2:46); una carga profunda y deseo de predicar o testificar de Jesús (Hch. 1:8; 2:14; 2:31; 19:6).

Evidencias permanentes:

1.   Jesucristo es glorificado y revelado como nunca antes (Jn. 14:21–23; 15:26; 16:13–15). El Espíritu Santo centra todas las cosas en Cristo. A medida que uno continúa en la vida plena del Espíritu nace un nuevo amor que crecerá. El Espíritu Santo lo capacita a uno para comprender la grandeza del Salvador, su persona y sus provisiones (Ef. 1:17–23). Se reconoce que muchas de estas escrituras son llevadas a cabo mediante el ministerio del Espíritu Santo como el Consolador quien mora en todos los creyentes. Pero se ha experimentado que todos los ministerios del Espíritu Santo son realizados como resultado del bautismo pentecostal con el Espíritu.

2.   Una pasión más profunda por las almas. Uno no puede leer la historia de la iglesia primitiva inmediatamente después de Pentecostés, sin darse cuenta del ardiente deseo de proclamar el camino de salvación (Hch. 2:14, 41; 4:19, 20; 5:29–33; 6:8–10; 11:22–24; 26:28, 29).

3.   Un mayor poder para testificar (Hch. 1:8; 2:41; 4:31–33; Jn. 15:26, 27; I Cor. 2:4, 5).

4.   Un nuevo poder en la oración y un espíritu de oración (Hch. 3:1; 4:23–31; 6:4; 10:9; Rom. 8:26; Judas 20; Ef. 6:18; I Cor. 14:14–17).

5.   Un amor más profundo y conocimiento más amplio de la palabra de Dios (Jn. 16:3).

6.   La manifestación de los dones del Espíritu (I Cor. 12:4–11).

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