Leccion 1, Tema 1
En Progreso

I. Dos esposos (7.1-6)

La relación matrimonial ilustra nuestra relación con la ley. (Tenga presente que cuando Pablo habla de «la ley» no se refiere sólo a la Ley de Moisés, sino también a cualquier clase de legislación que el creyente usa para reducir el pecado y conseguir santidad.) Los dos esposos son la ley y el Señor Jesucristo.

Cuando una mujer se casa con un hombre, está ligada a ese hombre hasta que él muere. Entonces ella es libre para casarse de nuevo. Antes de conocer a Cristo estábamos atados a la ley y condenados por ella. La ley, sin embargo, no «murió» cuando fuimos salvados; en lugar de eso, nosotros morimos en Cristo. Ya no estamos «casados» a un sistema de regulaciones; estamos «casados» a Cristo Jesús y ya la ley no tiene control sobre nosotros. Lea el versículo 4 varias veces y absorba su maravilloso mensaje. Nuestro antiguo «marido» no tiene control sobre nosotros: estamos en una nueva relación maravillosa por medio de Cristo y en Cristo. Cuando estábamos perdidos la ley acicateaba «las pasiones pecaminosas» de nuestra vieja naturaleza y esto producía muerte (v. 5). Pero ahora estamos libres de la ley y podemos servir a Cristo en el nuevo régimen del Espíritu, no en el antiguo de la letra (v. 6).

El versículo 6 no sugiere que el cristiano no tiene la obligación de servir a Dios. En realidad, nuestras obligaciones ahora son mayores puesto que conocemos a Cristo y pertenecemos a la familia de Dios. Las exigencias son mucho más severas que bajo la Ley Mosaica. Por ejemplo, el Sermón del Monte va más allá de las acciones externas para analizar las actitudes internas. La Ley de Moisés decretaba que los homicidas eran culpables, pero Jesús dijo que el odio equivalía al homicidio. Pero Romanos 7.6 enseña que nuestra motivación para obedecer es diferente: no obedecemos mecánicamente a un conjunto de reglas, sino que con todo amor, del corazón, obedecemos al Espíritu de Dios que cumple y completa la justicia de la ley en nosotros (8.4). Un pianista principiante puede tocar una pieza «al pie de la letra» y sin embargo no captar aún su espíritu interno de la manera que un músico experimentado lo haría. Nuestra obediencia a Dios no es la del esclavo que teme al amo, sino la de la novia que con amor complace al novio.

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