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Matrimonio y Familia (2023)

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  1. PRESENTACIÓN

    Sílabo
  2. LECCIONES
    01) El origen de la familia. Dr. Ed Wheat
    4 Temas
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    1 Cuestionario
  3. 02) La sexualidad en el matrimonio. Herbert J. Miles
    4 Temas
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    1 Cuestionario
  4. 03) La familia contemporánea. Howard Hendricks
    4 Temas
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    1 Cuestionario
  5. 04) La comunicación en el matrimonio. Guillermo D. Taylor
    3 Temas
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    1 Cuestionario
  6. 05) La disciplina en el hogar. Guillermo D. Taylor
    6 Temas
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    1 Cuestionario
  7. 06) Las finanzas en el hogar. Novios, solteros, ancianos y separados.
    7 Temas
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    1 Cuestionario
  8. EVALUACIÓN
    Calificaciones
Leccion 9, Tema 1
En Progreso

I. Machismo, hombría, y el esposo cristiano. Guillermo D. Taylor

Acosada por fuerzas negativas de todos lados, la familia contemporánea sufre hoy de una parálisis de identidad y función. Esto afecta directamente al papel del hombre cristiano, que desea mostrar al Cristo resucitado a través de su persona y conducta. ¿De dónde vienen los modelos, los ideales que sirven para forjar al esposo cristiano? Ciertamente, los expertos se encuentran sofocados por su propia confusión y en ningún sentido existe un consenso secular. Algunos elementos del movimiento de la liberación femenina han criticado, legítimamente, ciertas actitudes masculinas tocantes a su autoconcepto como hombre, así como su trato y maltrato de la mujer. Pero, ¿seguiremos estas corrientes para orientarnos? La mayoría de los varones en su temprana edad adulta no leen libros para adquirir sus ideales. Los captan de los ejemplos que les rodean y, particularmente, del modelo demostrado por el padre, esté él presente o ausente del hogar.

El problema mayor es la crisis del círculo vicioso. Si la mayoría de los modelos no cumplen con las normas cristianas, entonces las generaciones venideras seguirán con los modelos conocidos. Lo que se necesita con urgencia es el rompimiento del ciclo negativo. Y sólo la ética cristiana sirve para neutralizarlo. En mis conversaciones con muchos jóvenes próximos a casarse, encuentro incertidumbre en lo que se refiere al papel del futuro esposo. No desean ser encarnaciones del machismo, ni quieren ser varones pusilánimes. Algunos esposos temen que si se mojan las manos lavando los platos, o si alguien los encuentra fregando el piso, perderán su masculinidad. ¡Y peor si tuvieran que cambiar los pañales de su hija!

La belleza de la enseñanza bíblica tocante al hombre y su función dentro del hogar es su aplicabilidad a toda cultura.

Las normas son relativamente pocas, pero ¡qué normas! Creo que al retornar a examinar la Biblia, aun con nuestras perspectivas culturales y personales, encontraremos patrones que no sólo obedecen las Escrituras sino que también funcionan hoy día.

Un gran porcentaje de los problemas hogareños surgen a raíz de la falta de funcionamiento cristiano del esposo. O no supo o no quiso tomar el liderazgo sensible, o como resultado de cierta crisis perdió su liderazgo de golpe; o tal vez por falta de iniciativa y cuidado, poco a poco entregó toda la dirección a la esposa y/o hijos. Pero, ¿qué dice la Biblia con respecto al esposo?

Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo.

1 Corintios 11:3

El estudio de dos pasajes clave, Efesios 5:21–33 y 1 Pedro 3:7, revela los principios aplicables a nuestro hogar.

Primer principio:

EL ESPOSO CRISTIANO OFRECE LIDERAZGO PARA EL HOGAR

¡Parece sencillo, pero su realidad es tan complicada! Además, a muchos esposos les encanta afirmar que ellos son los líderes máximos del hogar, casi como si fueran microdictadores o por lo menos caudillitos. Hay esposos que tienen como su versículo bíblico favorito: «Las casadas estén sujetas a sus propios maridos… porque el marido es cabeza de la mujer» (Ef 5:22, 23). Retumba el silencio por no leer también cómo se compara Cristo y su iglesia a la relación entre esposo y esposa.

Pablo afirma que el hogar necesita de un gobierno interno, y por orden de creación y establecimiento divino, el esposo ha de tomar el lugar primero para ofrecer un liderazgo global para el hogar. Pero esta relación de cabeza refleja la relación de Cristo y Su Iglesia. Es una cabeza que se sacrifica hasta la muerte. Tal enseñanza coloca el cuadro de la sumisión de la mujer en un marco equilibrado. No hay lugar para el maltrato y el menosprecio del esposo hacia la esposa.

El término «cabeza» en el griego del Nuevo Testamento se aplica varias veces a Cristo. Aquí menciono cuatro pasajes clave:

Efesios 4:15–16

Colosenses 1:17–18

Colosenses 2:8–19

Efesios 1:21–22

Aquí Cristo es la cabeza, pero es una cabeza que ama, sirve, unifica, nutre, comparte. La idea no es de una actitud autoritaria en que se abusa del poder. Ser cabeza implica honor y responsabilidad. Al aplicar este concepto al matrimonio encontramos un liderazgo muy especial, pero lograble a la vez.

Segundo principio:

EL ESPOSO TIENE LA RESPONSABILIDAD DE AMAR A SU ESPOSA

Pablo trata el tema de la relación sumisión/cabeza en sólo tres versículos, pero le dedica seis al amor proveniente del esposo para su esposa. Este segundo principio equilibra nuevamente concepto de ser cabeza del hogar. En lenguaje clarísimo Pablo afirma: «Maridos, amad a vuestras mujeres» y «así también los maridos deben amar a sus mujeres» y, finalmente, «por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer». Curiosamente, en ningún pasaje bíblico aparece el mandato de amar al esposo, dirigido a la esposa. Sólo en Tito 2:4 Pablo dice que las señoras mayores de edad deben enseñar a las esposas jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos. Pero Pablo sí tiene que recalcar al esposo que él debe amar, y con el imperativo, «amad». No hay alternativa. La forma del imperativo tiene dos énfasis: el primero dando la idea de «comenzad a amar», y el segundo, «continuad amando». ¡Nadie se puede escapar!

El amor del cual Pablo habla aquí es el ágape, amor de sacrificio, que da sin esperar nada a cambio. Es amar sin requisitos, sin demandas. Pero lo bello es que el que ama así será recompensado más allá de su propio amor. Tales son los misterios del matrimonio bañado en amor. Pablo explica que este amor es similar al amor de Cristo a su Iglesia. Noten los términos descriptivos del amor de Cristo, y aplíquenlos a su matrimonio: Cristo se «entregó a sí mismo por ella», «para santificarla», «habiéndola purificado», «a fin de presentársela a sí mismo gloriosa», «sin mancha ni arruga», «santa». ¡Qué fabuloso, y casi demasiado alto para alcanzar en esta tierra! Pero el punto paulino aquí es que ningún esposo debe sentir que amar es cosa sencilla, breve y rápida. Es algo para toda la vida.

Indiscutiblemente, el liderazgo de Cristo y Su amor tienen aplicaciones espirituales dentro del hogar mismo. Creo firmemente que todo esposo debe ofrecer liderazgo espiritual en el hogar, demostrando no sólo una íntegra vida cristiana, sino dirigiendo también el desarrollo espiritual del hogar. Esto se demuestra a través de la oración familiar, las conversaciones acerca de temas espirituales, el estímulo a la lectura de la Biblia y el fortalecimiento en la vida cristiana familiar. También esto es tarea del esposo.

El segundo comparativo del amor es «como a sus mismos cuerpos». ¡Qué interesante! Creo que yo nunca hubiera utilizado esta analogía, pero cuanto más la medito, más aplicable la veo. Todo hombre se cuida a sí mismo, aunque no tenga la figura de la musculatura de un «Mister Universo». Si nos alimentamos, nos protegemos de los elementos, nos cuidamos al cruzar las calles, en fin, nos amamos a nosotros mismos. Pablo usa dos términos en Efesios 5:29 para calificar este amor. El primero es «sustentar», y en griego tiene la idea de proveer todo lo necesario para un buen desarrollo físico, material y normal. El segundo, «cuidar», tiene otra idea, la de calentar con el calor físico. El enfoque está en la dimensión romántica dentro del matrimonio. Cuántos maridos cristianos hay que hace años no les dicen a sus esposas que las aman. A propósito, usted que lee este libro, ¿cuándo le dijo a su esposa con palabras dulces, significativas y románticas: «Te quiero profundamente»?

Y para que no se nos olvide, al concluir esta sección de su carta, Pablo nos recuerda en el versículo 33: «Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo.»

Un problema aquí es que tendemos a dejar este amor en las nubes, sin tocar tierra matrimonial. Más adelante voy a sugerir algunas ideas prácticas para ayudar a la comunicación entre esposos a nivel global y sexual. Permítanme ahora recomendarles lo siguiente. Primero, exprese su cariño a través de hechos pequeños, pero cargados de significado. Por ejemplo, al ver a su esposa muy cansada, ¿por qué no ayudarla en algunas tareas que tal vez se consideren «cosas de mujeres»? Pruébelo. Segundo, exprese su amor en actos tangibles. Por ejemplo, trayéndole una rosa u otra flor favorita. No tiene que ser un ramo enorme. Sea sencillo y real. Tercero, sin necesidad de un gran tiempo prolongado para el amor, dele un pequeño «toquecito» de amor, o un pequeño abrazo. Cuarto, nunca olvide que las palabras dicen «mundos». En formas variadas, y manteniendo la frescura del caso, asegúrele a su esposa que usted la aprecia, la quiere, la necesita, la respeta, la escucha, la ama.

Tercer principio:

EL ESPOSO CRISTIANO VIVE SABIAMENTE CON SU ESPOSA

Tenemos que buscar en 1 Pedro 3:7 para encontrar el texto clave:

Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.

Pedro, hombre casado, hablaba de su experiencia bajo inspiración divina. Habiendo dedicado la primera parte del capítulo a las esposas, ahora en escuetas pero directas palabras, se dirige a los esposos. La idea de «vivir sabiamente» viene de un vocablo griego que significa «formar un hogar conforme al entendimiento y comprensión». Pedro reconoce que un gran error de parte del esposo es no entender a su esposa. Llevo quince años de matrimonio con mi esposa, y si le añado los cuatro previos de noviazgo, me estoy acercando a las dos décadas de conocerla. Ahora, sí, estoy entendiendo algunos de sus aspectos más profundos. Cuanto más vivo con ella, y más conozco a sus padres, más la entiendo. Todos somos el producto de un tremendo conglomerado de caracteres psicológicos, intelectuales y físicos, provenientes tanto de nuestra estructura genética como de nuestro medio ambiente. Y es dentro del matrimonio, que ha de ser para siempre, que un hombre y una mujer comienzan a entenderse, apreciarse y amarse, «viviendo sabiamente». Esposos, los reto a sentarse para tratar de entender por qué sus esposas hacen ciertas cosas como las hacen. Tenemos que entender su personalidad, teniendo en cuenta que ella es una mujer, persona creada a la imagen de Dios, que ella es un individuo singular y precioso, y que trae todo su pasado al hogar.

Pedro nos insta a rendir honor a nuestras esposas. La idea de honor aquí es la de «calcular el precio», o de «valorar». ¿Por cuánto vendería usted a su esposa? ¡Ridículo! Pero debemos valorarla, reconociendo también que es un vaso más frágil. Esta expresión no significa que la mujer es débil o inferior. En ningún sentido. Pero la mujer, en su estructura física, generalmente, no tiene la fuerza del hombre. El hombre, muchas veces, es más brusco y la mujer más sensible. La fragilidad se refiere a una preciosidad personal y emocional. También les damos honor porque ellas son coherederas de la gracia de la vida. En Cristo ya no hay hombre ni mujer, y no hay ningún lugar para que el hombre se considere espiritualmente superior a su esposa. En verdad, reconozco que mi esposa tiene una percepción singular de las cosas de Dios, y muchas veces ella tiene razón y el mejor pensamiento y la mejor conclusión con referencia a un tema bíblico o general. Su sabiduría es práctica y bien razonada.

Concluye el apóstol advirtiendo que si no vivimos sabiamente, nuestra vida espiritual puede tener estorbos. Creo que todo marido reconoce que si no está en comunión con su esposa, difícilmente lo estará con el Señor. Hace un tiempo estuve conversando con una pareja que tenía serios problemas en su hogar. Estaban a punto de separarse, pero lo curioso es que cada uno decía (aparte) que entre él, o ella, y el Señor todo marchaba estupendamente bien. No lo creí, ni aun lo creo hoy. A través de la orientación matrimonial los dos llegaron a reconocer que se estaban autoengañando. Si deseamos una comunión con Dios, y los dos somos cristianos, tenemos que estar en comunión los unos con los otros. Lea 1 Juan 1:6, 7 a la luz del hogar y aprenda unas nuevas y preciosas lecciones:

Si decimos que tenemos comunión con Él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como Él está en luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado.

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