Leccion 1, Tema 1
En Progreso

I. Saber (6.1-10)

Nótese cuán a menudo Pablo usa la palabra «saber» en este capítulo (vv. 3, 6, 9, 16). Satanás quiere mantenernos en oscuridad en lo que se refiere a las verdades espirituales que debemos conocer y por eso muchos cristianos viven por debajo de su condición privilegiada. «Si la gracia de Dios abunda cuando hay pecado (5.20)», pudiera decir una persona, «el cristiano ¡debería vivir en pecado para conocer más de la gracia de Dios!» Pablo muestra, sin embargo, que esto es imposible debido a que el verdadero cristiano está muerto al pecado. Esta es la maravillosa verdad de nuestra identificación con Cristo. No sólo que Cristo murió por nosotros, sino que nosotros morimos con Él. Cuando el Espíritu nos bautizó en el cuerpo de Cristo, fuimos sepultado con Él y resucitados a una vida nueva.

Los versículos 3–4 no se refieren al bautismo en agua, sino a la operación del Espíritu al ponernos «en Cristo» como miembros de su cuerpo. (Esta operación se ilustra con el bautismo en agua.) Cuando Cristo murió, morimos con Él; cuando Él resucitó, resucitamos con Él a una vida nueva. Esta es nuestra nueva posición en Cristo. Él no sólo murió por el pecado, sino que murió al pecado (6.10). O sea, rompió el poder del pecado y destruyó la vieja naturaleza (6.6). La vieja naturaleza aún está allí, esto lo sabemos; pero la cruz de Cristo la ha despojado de su poder, porque morimos con Cristo a todo lo que pertenece a la vida vieja.

El pecado y la vieja naturaleza son amos inflexibles. El inconverso es esclavo del pecado (Ef 2.1–3), pero aun muchos cristianos todavía sirven al pecado a pesar de que Cristo rompió su esclavitud. Los que leen Romanos 5 descubren que Cristo murió por sus pecados y le reciben en sus corazones; pero no se apropian de las palabras de Romanos 6 y no descubren la gloriosa libertad que tienen en Cristo. Lea Romanos 6.1–10 de nuevo y analice por usted mismo que el creyente está muerto al pecado (v. 2); la vieja naturaleza ha sido crucificada (v. 6); el creyente ha sido libertado del pecado (v. 7). La vieja naturaleza ya no puede reinar más en el cristiano que conoce la verdad, la confiesa, considera y se presenta al Señor.

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