Leccion 1, Tema 1
En Progreso

II. Las buenas nuevas: Justificación por fe (3.21-31)

1. Aparte de la ley (v. 21).

El versículo 21 se puede parafrasear: «Pero ahora, en esta edad de gracia, una justicia (una nueva clase de justicia) se ha revelado, pero no una que depende de la ley». La gente hoy quiere justicia por la ley y por obras, pero Pablo ya ha probado que la ley condena y nunca puede salvar. Esta gracia-justicia fue, sin embargo, vista en el AT. Abraham, por ejemplo, fue declarado justo debido a su fe (Gn 15.6). Habacuc 2.4 dice: «El justo por su fe vivirá». Léase Romanos 9.30–33 y vea por qué Israel fracasó en esta justicia por fe.

2. Disponible por medio de Cristo (vv. 22–26).

Nótese cuán a menudo Pablo usa la palabra «fe». El versículo 23 puede leerse: «Por cuanto todos pecaron [de una vez por todas en Adán] y están constantemente destituidos de la gloria de Dios». Entonces Pablo introduce varios términos importantes:

Justificados: declarados justos a los ojos de Dios por medio de los méritos de Cristo, seguros en nuestra posición en Cristo ante el trono de Dios. Justificación es la justicia de Dios imputada, puesta en nuestra cuenta. Santificación es la justicia impartida, o vivida en nuestras vidas diarias.

Redención: liberación del pecado y sus castigos, mediante el pago de un precio. El precio fue la sangre de Cristo en la cruz.

Propiciación: El sacrificio de Cristo satisfizo la santa ley de Dios, lo cual hizo posible que perdonara a los pecadores y seguir siendo justo en sí mismo. La justicia de Dios quedó satisfecha; ahora puede mirar con bondad y gracia a un mundo perdido.

«¡Justificados gratuitamente por su gracia!» (v. 24). ¡Qué emocionante declaración! No por obras, buenas intenciones, regalos u oraciones, sino gratuitamente por su gracia sola. Es en esta carta que Pablo explica cómo Dios puede ser a la vez «el justo, y el que justifica» (v. 26), y la respuesta es la cruz. Cuando Jesús murió, llevó nuestros pecados en su propio cuerpo (1 P 2.24) y pagó así el precio que exigía la ley de Dios. ¡Pero resucitó! De este modo, ¡vive y puede salvar a todo el que cree!

El versículo 25 enseña que en las edades antes de la plena revelación del evangelio de Cristo, Dios parecía ser injusto al «pasar por alto» los pecados de la humanidad y perdonar a personas tales como Noé, Abraham y Enoc. Cierto, Él descargó ira en algunos casos; pero generaciones de pecadores parecían escapar a su juicio. ¿Cómo podía Dios hacer esto? Debido a que sabía que en la cruz Él daría una exhibición completa de su ira contra el pecado, y sin embargo por medio de la muerte de Cristo proveería una redención por los pecados que habían sido meramente «cubiertos» por la sangre de los toros y machos cabríos (Heb 9–10).

3. Aceptados por fe (vv. 27–31)

«¡Esta es la conclusión de todo el asunto!» El judío no tiene nada de qué jactarse, debido a que todos los pecadores son justificados por fe y no por las obras de la ley. Si la justificación es por la ley, Dios es un Dios de los judíos solamente, porque Israel era el único que tenía la ley. Pero Dios es también el Dios de los gentiles. Por consiguiente, tanto judíos como gentiles se salvan de la misma manera: por fe. Y este simple medio de salvación no anula la ley, porque la ley exigía la muerte por el pecado y Cristo murió por nuestros pecados. De este modo, el evangelio establece la ley. La ley de Dios revela mi necesidad de gracia y la gracia de Dios me permite obedecer la ley.

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