“Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos” ( Apocalipsis 7:16-17). En la mente de muchas personas se ha enquistado el pensamiento de un Dios extremadamente ocupado, atareado con muchos quehaceres, y sin tiempo de ocuparse de nosotros. Esta imagen errónea, creada por los problemas que se presentan a diario y las necesidades que surgen como consecuencia de las circunstancias vividas, genera un abismo entre el hombre y Dios. Pero quiero recordarte que el acceso a la atención del Padre no tiene ninguna restricción. Jesús, el Cordero, es quien nos marca el camino directo a Dios, para que todos hallemos la salvación, atención, cuidado y consuelo. Dios no tiene límites ni tiempo. Él es el Alfa y la Omega, principio y fin; y en su eternidad encontramos la promesa escrita que nos recuerda su determinación de ayudarnos y estar a nuestro lado siempre. Nuestras necesidades son el motivo de su exclusiva atención. Qué maravilloso es saber que en la eternidad no tendremos hambre ni sed, y que Él enjugará cada lágrima; el dolor y agobio de las dificultades y los problemas cesarán de una vez y para siempre. Recuerda: Aquí y ahora recuerda que no hay barreras ni distancias que te separen de su amor, y que Dios se encuentra presto para cada una de tus necesidades.
- Miqueas 7:1-20 | (Leer)
- Apocalipsis 7:1-17 | (Leer)
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