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Doctrina Bíblica 5

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  1. PRESENTACIÓN

    Sílabo
  2. LECCIONES
    1) La obra del Espíritu Santo en el mundo y en relacion con Cristo.
    4 Temas
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    1 Cuestionario
  3. 2) La obra del Espíritu Santo en el creyente.
    4 Temas
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    1 Cuestionario
  4. 3) El Ministerio del Espíritu Santo.
    3 Temas
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    1 Cuestionario
  5. 4) El Fruto del Espíritu.
    4 Temas
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    1 Cuestionario
  6. 5) El Bautismo del Espíritu Santo.
    5 Temas
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    1 Cuestionario
  7. 6) Los Dones del Espíritu.
    5 Temas
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    1 Cuestionario
Progreso de Leccion
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2. En relación con la humanidad en su totalidad.

2.1.   El Espíritu Santo da testimonio de la obra redentora de Cristo.

El plan y el método de salvación de Dios es atestiguado por el Espíritu Santo. Nadie lo sabría mejor que el Espíritu Santo.

El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien ustedes mataron colgándolo de un madero. A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados. Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen (Hch. 5:30–32).

2.2.   El Espíritu Santo convence al mundo de pecado, justicia y juicio.

Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia, y de juicio” (Jn. 16:8).

En versiones diferentes se utilizan distintas palabras para “convencer”, tales como: dar convicción, exponer y redargüir.

Alguien ha declarado: “Estas tres cosas son las más difíciles de inculcar en cualquier ser humano, porque éste siempre intentará justificarse con alguna excusa para sus acciones malignas, pidiendo una escala relativa de normas éticas en lugar de justicia absoluta, o asumiendo que el juicio es indefinidamente diferido y que por lo tanto no hay una verdadera amenaza.”  

2.2.1. “De pecado, por cuanto no creen en mí” (Vs. 9)

Aquí hay algo que es imposible que el hombre logre. Nadie puede producir convicción en el corazón de otro. Sólo el Espíritu Santo puede vencer la ceguera y el engaño del pecaminoso corazón humano y hacer que un hombre se dé cuenta de la grandeza de su propia iniquidad. Note el pecado particular del cual el Espíritu Santo traerá convicción. No es el pecado de robar, o de borrachera o de adulterio. La conciencia dará convicción al hombre de que tales cosas son incorrectas, pero el Espíritu Santo es el que da convicción de un pecado del cual la conciencia nunca convencería; el pecado de incredulidad. “De pecado, por cuanto no creen en mí …” (Jn. 16:9).

La incredulidad en Jesucristo es el más grande de todos los pecados. Causa el rechazo del único medio de perdón de Dios, y trae toda la condenación de cada pecado sobre el que uno fracasa en apropiarse de la salvación de Cristo mediante la fe. Como George Smeaton lo ha dicho tan apropiadamente:

El pecado de incredulidad está descrito aquí, con toda la enorme culpa ligada a él, como el rechazo de la propuesta de reconciliación, como el supremo principal pecado porque es un pecado contra el remedio, tan pecaminoso en sí, que previene la remisión de los demás pecados … todos los otros pecados, originales y reales, con toda su culpa, son remisibles mediante la fe en Cristo. Pero éste pecado involucra el rechazo del remedio provisto por gracia; y la incredulidad final no tiene nada que interponer entre el pecador y la justa condenación … El pecado de incredulidad es descrito aquí como si fuera el único pecado, porque, según el comentario de Agustino, mientras continúa, todos los demás pecados son retenidos y cuando éste parte, todo los demás pecados son remitidos.1

2.2.2. “De justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más” (Vs 10)
La justicia de la cual el Espíritu trae convicción no es la justicia humana, sino la justicia de Cristo. La justicia de Cristo está atestiguada por el hecho que Él fue levantado de los muertos y ascendió al Padre. Si hubiera sido un impostor, como insistía el mundo religioso al rechazarlo, el Padre no lo hubiera recibido. El hecho de que el Padre sí lo exaltó a su propia diestra, demuestra que Él es completamente inocente de todas las acusaciones puestas en su contra. Además, prueba que Él había pagado el precio completo por lo pecados del creyente que habían sido puestos sobre Él. Nuevamente, Smeaton declara:
Convencer al mundo de justicia debe significar que el Espíritu da evidencia convincente, no meramente que su causa fue buena, y que Él era inocente, sino también que en Él se encuentra la justicia que el mundo necesita, la justicia imputada que fue provista para nosotros por gracia y se hace nuestra por la fe.

Su regreso al Padre dio evidencia de que Él había enteramente finalizado la tarea por la cual había sido enviado al mundo, aquella de proveer justicia para aquellos que creerían en Él.

2.2.3. “De juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado” (Vs. 11)

El mundo es culpable al rechazar creer en Cristo; su condenación es atestiguada por la justicia de Cristo exhibida en su regreso al Padre; por lo tanto, no le espera sino juicio. La demostración más grande de juicio es que el príncipe de este mundo será juzgado. “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera” (Jn. 12:31). Si Cristo va a juzgar al príncipe de este mundo, entonces todos los que le siguen serán asimismo juzgados.

Es importante que todo cristiano se dé cuenta de cómo este ministerio de convicción del Espíritu Santo es logrado. El Espíritu Santo no opera en esta capacidad mediante la atmósfera. Él ministra mediante creyentes llenos del Espíritu Santo. Jesús dijo, “Si yo no me fuere, el Consolador no vendría a ustedes; mas si me fuere, yo lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia, y de juicio” (Jn. 16:7, 8). Esto enfatiza la importancia que cada creyente viva una vida llena del Espíritu.

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