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¿Por qué debemos invertir más en Software que en Hardware?

La pandemia del Covid-19 nos llevó a reflexionar profundamente sobre qué es realmente esencial en la Iglesia. Mientras que los templos se convirtieron en pasivos durante las cuarentenas, la tecnología emergió como una herramienta vital para mantenernos conectados. ¿Qué significa realmente ser Iglesia? ¿Podemos vivir nuestra fe sin depender de un edificio? 🤔 Un sacerdote católico, con quien hablé antes de la pandemia, hizo una analogía reveladora: la Iglesia ha invertido mucho en "hardware" (templos) pero tal vez lo que necesitamos es invertir más en "software" (las personas y sus relaciones).

Los desafíos de la pandemia del Covid-19 ayudaron a muchos a redescubrir qué era esencial de la Iglesia y qué no. Uno de los grandes perdedores en la ecuación fue el templo, que pasó a ser un gran pasivo durante las cuarentenas. Obviamente el plan de todos es siempre hacer del templo un activo que potencie lo importante, pero algunos se desayunaron de que el edificio era tan solo una herramienta más y no el elemento definitorio que nos hacía Iglesia, tal como el «speech» y, sobre todo, la práctica de muchos denunciaba.

En contraste, la gran ganadora fue la tecnología. Por muchos años sospechada, rechazada o al menos ignorada por muchos líderes cristianos, se convirtió en una herramienta esencial para involucrar a las personas. Allí comenzó a emerger sigilosamente la sospecha de que invertir en software podía llegar más lejos que invertir en hardware, aunque la verdad es que el concepto va mucho más allá de invertir en tecnología porque se refiere a invertir en las personas y los procedimientos, más que en cosas e instrumentos.

Esta analogía entre hardware y software no es mía, sino que se la escuché a un sacerdote católico con el que me puse a hablar informalmente en el aeropuerto de Barajas. Esto fue antes de la pandemia del Covid-19 y me lo decía en referencia a que la iglesia católica tenía templos por todo el mundo, pero cada vez menos gente comprometida. Si no te parece clara la analogía, te cuento que el hardware se refiere a los elementos físicos y materiales que conforman un sistema informático, como la caja de un ordenador; Y el software son los programas y rutinas que permiten a la computadora realizar las tareas.

ph: Foto de Kevin Ku: https://www.pexels.com/es-es/foto/anteojos-de-cultivo-negro-delante-de-la-computadora-portatil-577585/

Trayendo la analogía a nosotros: invertir en hardware es invertir en el templo y la pantalla LED. Invertir en software es invertir en personas y ministerios. ¿Estamos listos para esto? ¿Sabemos cómo hacerlo? Todo empieza con el para qué.

MISIO-LÓGICA

Al fin al cabo lo que sucedió con la pandemia y sus consecuencias a nivel iglesias fue que hubo un replanteo misiológico. Algunos se hicieron preguntas superfluas y temporales como: «cuál es la mejor app para transmitir el culto», sin pasar de allí. Pero muchos fueron más adentro y se preguntaron: «¿Cuál es la misión esencial de la Iglesia que no puedo perder de vista en esta nueva circunstancia?» O en palabras más directas: «¿Para qué existimos y cuál es la lógica detrás de lo que hacemos?» Y eso ayudó a muchos a descubrir o recordar que la iglesia madura no hace misiones, sino que es una misión y por eso usa sus recursos para bendecir, más que para bendecirse. Claro, este concepto tiene un millón de aplicaciones, pero lo que resalta es que las iglesias sanas destinan un buen porcentaje de sus ingresos para ser de bendición concreta a personas incluso afuera del círculo del templo, en vez de solo gastar hacia adentro en mejorar el hardware para potenciar los cultos.

LA ENEMIGA MÁS FURIOSA DE LA EXCELENCIA ES LA COMODIDAD

A la hora de invertir en la misión no hay un número mágico, ni obviamente se descarta comprar materiales ni mejorar la tecnología. Pero lo que se hace claro al observar a las iglesias más influyentes que crecen y avanzan, es que su aporte para el entrenamiento de sus líderes y el sostén de sus iniciativas misionales fuera del templo no es una limosna con lo que sobra, sino que muchas veces hacen lo que logran con esfuerzos sacrificiales. Una de las maneras más estratégicas de hacerlo es a través del networking con ministerios y asociaciones que ya ofrecen lo que su gente necesita. Alguien dijo que una buena manera para entender la misión de la Iglesia es comprender que es la misión la que tiene a la iglesia y no al revés. Por eso también cada iglesia local es parte de la misma Iglesia universal, ya que todos tenemos la misma misión y podemos colaborar unos con otros en vez de competir.

En otras palabras: la misión es el gran «para qué de la unidad». Con ese deseo y esa visión, Jesús le pedía al Padre que fuéramos uno (Juan 17:21). Así que, para aterrizarlo en la práctica, cambio el tono de este artículo por una lista de recomendaciones que responden a esta pregunta:

¿CÓMO INVERTIR EN SOFTWARE PARA CUMPLIR MEJOR NUESTRA MISIÓN?

1. Celebra a tus voluntarios. Gasta en ellos creando hitos como fiestas de reconocimiento y graduaciones para que ellos se animen y otros se inspiren a participar. El que muestres cómo tratas a tus empleados y voluntarios, también abrirá la puerta a que otros quieran serlo.

2. Separa un presupuesto robusto (¿pueden o deben las iglesias diezmar?) para la capacitación de tus líderes o equipo. Cuando surjan buenas oportunidades externas de entrenamiento, bécalos en vez de esperar que cada uno se pague por capacitarse para ayudarte. A la vez, crea oportunidades internas, invirtiendo en que tengan el mejor entrenamiento disponible para la tarea que les encargas.

3. Envía y sostiene misioneros, y no necesariamente al África. Esos misioneros pueden ir a abrir actividades de tu congregación en la ciudad de al lado o quizás puedes encontrar misioneros que ya existen y que están urgidos del apoyo de tu ministerio.

4. Patrocina al menos a una obra de misericordia de manera consistente. Puede ser un hogar de niños o ancianos, una clínica vecinal, un comedor o un «ropero» para gente necesitada. Logra que tu iglesia y ministerio sea reconocido por su caridad y generosidad, y verás que más gente querrá comprometerse con tu misión y visión.

ES LA MISIÓN LA QUE TIENE A LA IGLESIA Y NO AL REVÉS

5. Que tu ministerio de jóvenes cree una beca para estudiantes universitarios. Lo más probable es que no puedas ayudar a todos, pero sí podrás crear un mecanismo para premiar a algunos o ayudar a los más necesitados. Y no creas esa premisa tonta de «todos o nadie», porque uno es mejor que ninguno.

6. Conéctate con otra iglesia local para participar de actividades y compartir gastos, cuando estas actividades tengan un costo.

7. No trates de crear tu propio evento de cada moda evangélica u onda que esté dando vueltas por tu ciudad. Si el evento ya existe y es accesible, súmate en vez de competir, a menos que tengas una buena razón para hacer tu propia versión.

8. Trae especialistas que han dedicado su vida a estudiar un tema importante, en vez de hablar tú del tema a partir de una conferencia que viste en YouTube.

9. Comparte hardware. ¿Tienes instalaciones que pueden beneficiar a otras congregaciones o asociaciones? Redúceles su presupuesto de renta o alquiler y quizás esto colabore con tu ministerio. El futuro de la Iglesia no es uno de edificios que decaen con el uso, sino de personas eternas.

10. Usa materiales de educación cristiana y programación que ya existen. Obviamente deberás adaptarlos a tu gente porque nadie la conoce mejor que tú, pero ¿para qué reinventar la pólvora? Gracias a Dios hoy hay editoriales invirtiendo un montón de dinero y es fuerzo para ayudarte con esto. Con e625, por ejemplo, tenemos un equipo de pastores, educadores, diseñadores y videógrafos dedicados a esto cada semana del año. ¿Por qué no aprovecharlo?

COMODIDAD

Espero que al leer estas recomendaciones te hayan venido a la mente más ideas, aunque déjame darte una advertencia. Ninguna de estas recomendaciones de colaboración y mayordomía, ni las ideas que te hayan surgido, salen adelante sin una decisión enérgica detrás. Yo he aprendido que la enemiga más furiosa de la excelencia es la comodidad y nada de esto va a funcionar si no le pones cabeza, corazón y manos a la obra, porque las ideas no tienen cuerpo si no les prestamos el nuestro.

Hoy hay demasiados síntomas sociales de que los próximos años serán difíciles para la Iglesia y que nuestros hijos y las siguientes generaciones vivirán una realidad más frágil y fragmentada que la de generaciones anteriores, por lo que no podemos seguir cómodos haciendo lo que funcionó para nuestros padres. Necesitamos colaborar como nunca sucedió antes. Debemos incomodarnos a invertir con inteligencia, subirle el volumen a la colaboración y el networking con todo el cuerpo de Cristo, y ser buenos mayordomos de la misión transformacional que Dios puso en nuestras manos.


Tomado con licencia de la revista LIDER 625, edición 21, NETWORKING: El arte de la colaboración. Pag. 6-8.

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