En los módulos anteriores, en varias ocasiones nos hemos referido a dos de los más importantes enunciados de Jesús: “El Gran Mandamiento” y “La Gran Comisión”.
En ambos, identificamos dos acciones que debemos procurar hacia las personas: Amarlas y Evangelizarlas. Pero la segunda está sujeta directamente a la primera, sin amor no podremos acercarnos a las personas, escucharles, bendecirles y mucho menos orar por ellos.
¿Se retrae el médico de los enfermos? ¿El padre rechaza al hijo en su corazón? ¿Jesús se alejo de nosotros aun cuando éramos pecadores?
El pastor y escritor Watchman Nee en su libro “El obrero Cristiano Normal”, en el capítulo 3 “Amor al prójimo” dice lo siguiente:
“Si buscamos a los perdidos porque hemos llegado a comprender el precio que para Dios representa una sola alma, entonces nos allegaremos a ellos, no solo impulsados por el sentido del deber, sino constreñidos por una irresistible atracción. Cuando nos acerquemos a ellos, con amor espontáneo, encontraremos un campo de acción ilimitado que se nos abrirá, y por la misericordia de Dios llegaremos a ser siervos útiles. Si despreciamos algún alma no somos aptos para estar al servicio de Dios, pues sus obreros son siervos de los hombres y se gozan en ministrar a sus semejantes”
Aplicación
Esta es la estrategia que Jesús enseñó a sus discípulos, para ser eficaces ministros de reconciliación.
Si recordamos nuestras aparentes “frustraciones” al momento de predicar el Evangelio, probablemente identifiquemos que nos salteamos los pasos previos (bendecir, tener comunión, orar por sus necesidades), y directamente nos fuimos a querer predicarles.
Meditemos unos momentos en esta enseñanza, y compartamos maneras prácticas y efectivas de reconciliar a los perdidos con Dios según estas cuatro acciones que aprendimos hoy.
Oremos finalmente para que Dios nos muestre las estrategias prácticas y efectivas para alcanzar a nuestros amigos y vecinos para Cristo.
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